AQUELLA SEÑORA DESCONOCIDA Y CONOCIDA A LA VEZ
Erase una vez una señora. Una Señora que madrugaba, pero no trasnochaba. Una Señora que ni era vieja ni era jóven, era eso una Señora. Aquella Señora se levantaba, día tras día, muy temprano y con algo de aquí y algo de allá trataba de que otras personas, menudas o mayores, estuvieran bien. Era una Señora que cada día decía eso de buenos días o eso de buenas tardes. Aquella Señora no enseñaba, pero muchos aprendían de ella. Era una Señora ni pequeña ni GRANDE. A veces era blanca y otra veces algo gris, aunque su color no importaba. Tras su imagen se vislumbraba una persona amable, aunque a veces gritaba, pero no importaba, y hasta se enfadaba, pero tampoco importaba. Sabía donde estaba cada uno y cada cual, por eso a cada cual le preguntaba donde estaba cada uno. Ella tenía ese don especial, tan pronto era la más buscada como la más rebuscada.
Aquella mujer cuyo nombre si quiero acordarme, era buena y por eso los diablillos corrían a su lado. Muchas veces, cuando no estaba todos la echaban en falta y cuando estaba todos lo sabían. Con sus llaves y sus hojas, con sus números y sus letras, con sus puertas y sus cosas aquella Señora que podía ser blanca o podía ser algo gris subía y bajaba, bajaba y subía todo el día, nunca estaba quieta, nunca quieta estaba. Aquella Señora era de las que nunca se sabría,a ciencia cierta, si este cuento acabaría con el colorado este cuento se ha acabado, porque ERA AQUELLA sEÑORA DESCONOCIDA Y CONOCIDA A LA VEZ.
¿SABES QUIÉN ES ESTA SEÑORA?
Seguro que sí. Os damos una pista al lado del título. Empieza por...
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