Nuestra ex-alumna SONIA MAYENCO nos envía su diario desde Singapur. Hace ya unos meses que no teníamos noticias suyas, pero ya parece que su situación allí se estabiliza y se abre la luz. Según nos cuenta: "...Para mí este último mes ha sido agotador y me siento como si hubiera vivido mucho más que cualquier otro mes. A mitad de marzo conseguí mi visado y eso ha cambiado radicalmente mi situación en Singapur y, sobre todo, mi impresión de cada momento vivido aquí.
Las autoridades singapurenses tienen criterios muy restrictivos para conceder el visado a un extranjero. Ello se debe fundamentalmente a que es un país muy pequeño (del tamaño de Menorca) y no quieren dejar pasar a muchas personas. Sólo si cumples los requisitos de cualificación personal y profesional exigidos te permiten quedar. El gobierno singapurense considera que sólo es posible mantener una renta per cápita elevada a través de gente muy productiva y por ello invierte muchísimo dinero en educación. El capital humano altamente cualificado es el único recurso que tienen, pues dada la escasez de tierra, no pueden cultivar nada ni montar fábricas y han de importar todo, incluso el agua de Malasia. Por eso su riqueza se basa principalmente en la prestación de servicios jurídicos y financieros (al margen de ser uno de los puertos más grandes del mundo después de Hong Kong y, la puerta a todo el sudeste asiático).
Hasta que no conseguí visado, yo no podía ni alquilar una casa, ni tener un móvil con contrato, ni registrarme en un Starbucks para tener acceso a conexión gratis, ni ser miembro de asociaciones, ni abrir una cuenta bancaria aquí; nada, absolutamente nada. Hubo momentos en los que la impotencia y la frustración se apoderaban de mí. Afortunadamente me lo han concedido a la primera, y antes de que me caducara mi visado de noventa días. Hay muchas personas que, ya sea porque no tienen trabajo y no pueden solicitar el “employment pass” (visado más común salvo que seas estudiante) o porque lo rechazan por no cumplir todos los requisitos de educación o sanitarios (principalmente), tienen que salir del país unos cuantos días y volver a entrar, lo que genera unos gastos en un momento en el que la gente no puede derrochar ni un céntimo. Ni que decir tiene que una persona que tiene el VIH no puede entrar en el país y si lo contrae y es residente extranjero en Singapur, lo deportan. Y no sólo eso, sino que existe un deber público de comunicar a las autoridades si se tiene conocimiento de que alguien ha contraído el VIH.
En fin, yo afortunadamente conseguí mi visado sin problemas y he podido instalarme en una casa que me ha dado la estabilidad que me permite sentirme muy bien. Es muy difícil echar raíces en un país en el que no hay nadie cercano y en el que el choque cultural es absolutamente extraordinario.
Además, este mes de abril estuvo marcado por la recepción de Zapatero en Singapur a la que asistí y que, por supuesto, no me dejó indiferente. Sí puedo decir que su visita fue afortunada en la medida en que se firmó el tan aclamado tratado para evitar la doble imposición fiscal entre España y Singapur. España era de los pocos países que no habían firmado este tratado con Singapur y por eso muchas empresas españolas no estaban presentes aquí. Ahora esperamos que la presencia española sea más patente y haya más negocio entre ambos países. Este tratado es un anacronismo pero como se dice: “más vale tarde que nunca”. La verdad es que si este tratado llega ahora, después de tanto tiempo, no es por nada; hay una moneda de cambio. Yo lo cierto es que lo celebro en todo caso.
A pesar de haber estado muy ocupada, siempre he dedicado algo de tiempo al ocio y la cultura. Fui a hacer un “Night Safari” y me encantó. Había todo tipo de animales, desde cebras, murciélagos revoloteando a tu alrededor que daban un miedo terrible sólo de pensar en los colmillos que tienen, ardillas voladoras saltando por encima de nuestras cabezas, hipopótamos y hasta leones, como no (el nombre de Singapur procede de Singapura -ciudad de leones- porque cuando llegaron a la isla por primera vez los malayos se encontraron con muchísimos leones).
También recorrí una pequeña isla de Singapur llamada “Pulau Ubin” (“pulau” es, en malayo, isla) y es una isla prácticamente deshabitada y que se recorre en bici. La diferencia con Singapur es abismal y de hecho los chinos no sabían ni hablar inglés y parecían ciudadanos de cualquier otro país del sudeste asiático como Indonesia o Malasia que son todavía países paupérrimos y muy poco desarrollados. El riesgo de malaria y dengue ahí era elevado así que, a posteriori, casi lamenté haber ido porque me picaron muchos mosquitos pero ahora que ya ha pasado todo, admito que fue una experiencia única y con unos paisajes inigualable..."
Os dejamos algunas fotos que nos envía de su aventura en SINGAPUR. Mucha suerte Sonia, esperamos más noticias tuyas.
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