Esta carta de opinión está redactada por un alumno de Secundaria que ha visto en el Ajedrez una herramienta, una actividad y un juego que todos deberíamos ver. Para leer y reflexionar.
LA EDUCACIÓN DEL AJEDREZ
Lo raro es que
no sea el ajedrez un “juego de masas”. Como el futbol o el baloncesto. Pero, en
cierto modo, el ajedrez consigue el efecto contrario a estos deportes. ¿Por
qué? Que yo sepa no hay hinchas esperando a la salida de un campeonato para
darle una paliza al contrario, extremistas. Ni gente que gane una cantidad
desmesurada de dinero. Y, ni de asomo, la manera ética de jugarlo.
El ajedrez es
un juego, digamos, noble y respetuoso. Hay leyes no escritas que dictan, por
ejemplo, darse la mano al empezar y al terminar (hayas ganado o perdido). Una
actuación noble. Como también hay leyes de la exaltación de sentimiento. No
sería respetuoso reírse del contrario por una mala jugada a tu favor, o porque
tu rival no tenga los mismos conocimientos que posees.
Personalmente
no juego bien, no me considero buen jugador del ajedrez. Pero he conocido a
gente que tiene una mente tan asombrosa que nunca habría podido imaginar que
tenga ese ingenio. Esta persona, sea como sea la forma de comportarse fuera de
los terrenos blancos y negros, es considerado y atento con su adversario. El
ajedrez es una forma de educar en lo correcto. Los estudiantes no se miden por
las notas o por las calificaciones de los exámenes, y eso se demuestra en
muchos casos que también conozco. Muchos dicen que el ajedrez es para
intelectuales. Pero desde mi punto de vista, la palabra intelectual (o listo)
es abstracta, y tiene muchos significados y sentidos. Uno puede no sacar buenas
calificaciones en sus estudios, y ser un “máquina” en el ajedrez −pero,
claro, luego están los que triunfan en los dos aspectos−. Todo se resume en una frase:
Ir un paso por delante, ser un estratega.
El ajedrez no
es una virtud que puedas desarrollarla en cualquier lado. Y qué mejor sitio que
en la escuela, en el sitio donde se aprenden las cosas esenciales y no básicas
de la vida. El pasado día veintidós de marzo (que todos recordaremos por la
trágica mañana de los atentados de Bruselas) se celebró una competición de
ajedrez en el instituto Ramón y Cajal de Zaragoza, donde se educó este premio
nobel (ajedrecista aficionado también) que pone nombre al centro de educación.
La organización, liderada por Alberto Martínez Cebolla, reunió a institutos de
la capital y de otras ciudades como Calatayud y Huesca, que hicieron el
esfuerzo de trasladarse para jugar al ajedrez, además de la destacada
participación de la campeona de Aragón en ajedrez sub 12 el año pasado. Todos
los componentes de los equipos demostraron lo que he defendido antes, la
cortesía en el juego, puesto que es lo primero que se aprende de este deporte, y
es lo primero que reflejas. Un silencio absoluto, entorpecido por el sonido de
cantidad de relojes en descompás, se apoderaba del gimnasio (mental) al empezar
y en el desarrollo de las rondas. Los participantes, de entre doce y dieciocho
años, demostraron que da igual perder y ganar. Lo importante es pasar un día de
desarrollo intelectual, buena conducta y deportividad, tema que la organización
tiene que agradecer. Los árbitros que se designaron apenas tuvieron que actuar.
Jugadas limpias, algunas que los propios adversarios resolvieron conjuntamente.
Un torneo muy simple y, por qué no, sutil. De todas las situaciones que podían
salir mal, ninguna salió.
En nuestro
caso, fue la primera vez que organizamos un torneo de ajedrez. Creo que todos
los alumnos que nos involucramos nos esforzamos todo lo que pudimos y más. ¿Por qué? Por el ajedrez y todos los valores
que enseña en su desarrollo y práctica. Por la educación e incremento de
jugadores que den una nueva figura a la que admirar y seguir. Una figura que
desarrolle su conocimiento.
Miguel
Diez
4º
ESO
IES
Ramón y Cajal de Zaragoza
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